Ya en la adolescencia (14-18 años), la salud sexual debe protegerse acudiendo a un andrólogo, es decir, un especialista con experiencia en la evaluación de afecciones asintomáticas o potencialmente peligrosas, como la uretritis o las infecciones genitales, y que puede indicar las pruebas diagnósticas adecuadas para enfermedades de transmisión sexual como la clamidia, la gonorrea, la sífilis y el VPH .
Las enfermedades de transmisión sexual suelen ser ignoradas por los jóvenes, que sólo piensan en el sida. El andrólogo ofrece información clara y actualizada sobre los modos de transmisión, los síntomas (flujo, dolor, lesiones genitales) y los métodos de prevención, como el uso correcto del preservativo.
Hoy en día, también gracias a la investigación científica, es muy importante informar a los pacientes más jóvenes y a sus padres sobre la importancia de las vacunas contra el VPH y la hepatitis B, que son herramientas importantes para prevenir infecciones y enfermedades relacionadas con las enfermedades de transmisión sexual.
El andrólogo no se limita al diagnóstico: orienta hacia el tratamiento médico (terapias antibióticas y antivirales, etc.) y propone seguimientos para prevenir complicaciones graves como infertilidad, epididimitis o enfermedades sistémicas.
Mediante entornos acogedores y una comunicación empática, el especialista puede ayudar a los jóvenes a superar el miedo, la vergüenza o la desinformación.
El andrólogo también actúa como educador sugiriendo buenas prácticas de higiene y revisiones periódicas, convirtiendo la prevención en un estilo de vida con el objetivo de un enfoque responsable de la sexualidad y una salud duradera.