Muchas personas confunden las hemorroides con las fisuras anales, ya que ambas causan molestias en la misma zona y pueden provocar dolor o sangrado. Sin embargo, se trata de dos trastornos diferentes con causas, síntomas y tratamientos específicos. Conocerlos es esencial para recibir el diagnóstico correcto y un tratamiento eficaz
Las hemorroides son dilataciones de las venas del plexo hemorroidal, situado en el recto y el ano. Todos tenemos un pequeño colchón de venas en esa zona, pero cuando éstas se inflaman o hinchan, hablamos de enfermedad hemorroidal.
Existen dos tipos: las hemorroides internas, que se localizan en el interior del recto y no suelen causar dolor, pero pueden provocar hemorragias; y las hemorroides externas, que se desarrollan bajo la piel del ano y pueden ser muy dolorosas, sobre todo si se forma un trombo (trombosis hemorroidal).
Los principales síntomas son sangrado durante o después de la evacuación, picor o ardor anal, dolor, sensación de peso o hinchazón, secreción o irritación de la piel circundante.
Las causas más frecuentes de las hemorroides son el estreñimiento crónico o el esfuerzo excesivo durante la defecación, el embarazo, el sedentarismo, la dieta pobre en fibra, el sobrepeso o la obesidad.
El tratamiento varía según la gravedad: las formas más leves se tratan inicialmente modificando la dieta (aumentando la ingesta de fibra y agua) y cambiando el estilo de vida, evitando largos periodos sentados y favoreciendo en su lugar el movimiento y la actividad física. También se tratan con terapias médicas farmacológicas a base de pomadas calmantes, fármacos flebotónicos y antiinflamatorios locales.
Para las situaciones más graves, se realizan procedimientos quirúrgicos ambulatorios de ligadura elástica, escleroterapia o fotocoagulación, y para los casos más avanzados y recidivantes, cirugía propiamente dicha.
La fisura anal es una pequeña fisura de la mucosa anal, similar a un pequeño corte, que provoca un dolor intenso durante la defecación. Es un trastorno muy frecuente, sobre todo en individuos con estreñimiento crónico.
Los principales síntomas son: dolor agudo y ardiente durante y después de la evacuación, sangrado rojo brillante en el papel higiénico, espasmo del esfínter anal, sensación de corte o desgarro.
A diferencia de las hemorroides, las fisuras anales se producen por estreñimiento y heces duras, diarrea prolongada, parto natural, coito anal y enfermedad inflamatoria intestinal.
En estos casos, el tratamiento es más conservador y se recomienda una dieta rica en fibra, hidratación, baños calientes y pomadas relajantes de los esfínteres (nitroglicerina o antagonistas del calcio). Las terapias más avanzadas incluyen inyecciones de toxina botulínica para reducir el espasmo muscular. La cirugía (esfinterotomía lateral) sólo se propone en casos crónicos o resistentes al tratamiento.
Entonces, a la luz de lo anterior, ¿cómo podemos distinguir las hemorroides de las fisuras?
Es importante consultar a un especialista en proctología si el dolor o el sangrado persisten durante más de unos días y aparecen secreciones o hinchazón. Si se subestiman, los síntomas pueden reaparecer y hacerlo con frecuencia, con escasa eficacia de los tratamientos caseros.
Una consulta precoz permite un diagnóstico preciso y un tratamiento específico, evitando complicaciones o la cronificación.
Tanto las hemorroides como las fisuras anales son trastornos comunes, pero con causas y enfoques de tratamiento diferentes. Una correcta evaluación por un profesional es la clave para recuperar rápidamente el bienestar y evitar recidivas.